Candelario es uno de esos típicos pueblos de montaña que conserva el encanto y las particularidades que le hacen diferente a otros lugares similares.
Los viajeros pueden disfrutar de la arquitectura típica de sus calles y edificios, con varios siglos a sus espaldas. Muchas de estas construcciones aun conservan su estructura original, con tres niveles; en la antigüedad el último de los pisos se destinaba al desván, en el que, con el humo de la madera de castaño, se curaba la matanza.
Otra de las singularidades de la villa son las batipuertas, existentes en la entrada de casi todas las viviendas. Sobre su origen existen varas teorías: la de evitar la entrada de la nieve en las casas, al tratarse de un pueblo de montaña, o la que indica que por tratarse de un pueblo chacinero, las batipuertas permitían la entrada de la luz para trabajar pero no la de los animales a la caza de las viandas.